Adela Henríquez viajó sola a Santiago desde Cauquenes para donar células madre sanguíneas. Su acto no sólo traspasó las fronteras en forma de una segunda oportunidad de vida, sino que marcó un hito para DKMS Chile: la centésima donación.
Por Tomás Basaure E.
Entre un martes y jueves de noviembre la vida de Adela Henríquez (33) se extendió más allá de su mundo: desde su casa en Cauquenes, región del Maule, viajó en bus a Santiago para donar células madre sanguíneas a un menor de cinco años que vive en Europa. Sin embargo, esta última parte era completamente desconocida para la matrona del Cesfam Armando Williams cuando, desde DKMS, la llamaron por primera vez en enero de este año.
Mientras realizaba un examen de Papanicolaou sonó su celular. “Me alegró harto porque no me lo esperaba y poder ayudar de esa forma era algo emocionante para mí”, recuerda. Dos años antes se había registrado de forma online, luego de conocer una campaña por una paciente de Talca, ciudad a la que nuevamente viajó para la toma de exámenes de sangre.
Desde una oficina en Providencia, Julieth Fuentes, una de las coordinadoras de donantes de DKMS, le había explicado en qué consistiría el proceso. “Cuando te dicen 'trasplante de médula', uno se imagina un procedimiento como de una operación, algo así, pero después cuando me puse a averiguar bien, me di cuenta que no era algo grave”, cuenta.
Sobre los dos métodos de donación –extracción de médula ósea o aféresis–, agrega: “Si me decían que fuera con pabellón o si me decían que era por los brazos, me daba lo mismo. Lo importante es que se hiciera la donación, que todo funcionara”.
En agosto, cuando ya había descartado que la llamarían nuevamente, Francisca Cifuentes, otra de las coordinadoras, le explicó que la misma persona con la que había resultado compatible seguía a la espera del trasplante, por lo que tendría que trasladarse a Santiago para continuar con el chequeo médico.
“Hay donantes en que se pasa el período de reserva, que son tres meses, y a los seis meses los llaman. Es difícil saber si por el lado del Centro de Trasplante hay otro proceso dando vuelta. Puede ser que haya habido otro donante entremedio trabajando y que no haya llegado a término o puede ser, simplemente, que las condiciones del paciente no permitían hacer la donación antes”, explica.
Con el pasar de los días se confirmó un rumor: en los tres años y medio que DKMS lleva en Chile, Adela era la donante número 100, un número redondo, una meta a la que se llegó en menos de lo esperado. “Es algo que antes no se veía y que de a poquito ha ido aumentando. Que todo esto nazca de las personas de forma natural, sin intereses de por medio y todo anónimo lo hace más bello todavía”, dice Adela.
Para Francisca, también es más que una cifra: “Ha significado mucho trabajo y ahora estamos viendo que se concretiza en donaciones para pacientes, para personas que realmente están recibiendo una nueva oportunidad que antes no tenían. Hoy, nosotros tenemos la oportunidad de haberle dado esa esperanza ya a 100 personas”.
Los nervios acompañaron a Adela hasta que cruzó las puertas de la Fundación Arturo López Pérez (FALP). Pensaba que, en las cinco horas conectada a la máquina de aféresis, se le acalambraría el cuerpo. “Fue todo lo contrario, el procedimiento salió súper rápido, en tres horas ya estaba lista. No tuvieron problemas para encontrar mi vena y estuve todo el rato acompañada”, recuerda.
Fabián Paredes, tecnólogo médico del Banco de Sangre de la FALP fue quien la acompañó por parte de la institución. “Primero le hacemos el exámen físico: control de presión, temperatura y una entrevista para saber qué síntomas ha sentido estos días. Por lo general, por el medicamento Filgrastim, todos tienen dolor de cabeza y dolor de cuerpo, como se logra estimulación celular, se siente un poquito apaleado. Aunque más de alguno ha dicho que lo ha sentido leve, como Adela”, explica.
Y continúa: “Con los donantes estamos en todo momento, desde el inicio de la aféresis, que son los dos pinchazos iniciales. Le explicamos un poco el proceso, qué cositas se pueden sentir, como el frío y el nerviosismo inicial. En caso de que no venga con un familiar, le ayudamos a tomar juguito, galletas y todo, porque igual puede comer durante la donación”.
Ese fue el caso de Adela, quien no pudo ir acompañada de su mamá de 65 años. “Ella se preocupó, me preguntó si estaba segura, si es que esto me iba a traer alguna complicación médica a futuro. De ahí le expliqué bien que esto no era terrible como sonaba (…) Está muy orgullosa, muy feliz por mí, me dijo que estaba emocionada”, dice.
Tampoco viajó con su hija de 9 años, a quien le dejó claro que salvaría una vida: “Le expliqué que había una persona con quien yo era compatible y que yo podía, con un poquito de mi sangre, ayudar a esa persona. Ella feliz, emocionada de que se diera la coincidencia genética con otra persona”.
Pese a que ninguna de las dos pudo estar presente, Adela dice que igual se sintió acompañada. Su viaje, sus días en la capital y la sorpresa con la que fue recibida las registró en primera persona: “Me imaginé que era la pura donación y nada más, pero no que me iban a ir a ver y me iban a llevar todas esas cosas. En ese momento iba un poquito bajoneada porque iba a ir sola, pero cuando las chicas me acompañaron me sentí súper bien”, confiesa la donante número 100.
Adela Henríquez durante su donación de células madre sanguíneas en la Fundación Arturo López Pérez, junto al equipo médico de DKMS Chile. De izquierda a derecha: Magdalena Reus, Francisca Cifuentes y Lorena Cerda.