Cuando el centro de trasplante inicia la búsqueda de un donante para el paciente, la compatibilidad genética es clave. Sin embargo, en su selección también influyen otros criterios como la edad, el sexo biológico o el grupo sanguíneo. A continuación, te explicamos el impacto de cada uno.
Si a una persona se le diagnostica leucemia u otras enfermedades mortales a la sangre y los médicos deciden que un trasplante de células madre sanguíneas es su mejor posibilidad de supervivencia, entonces comenzarán la búsqueda de un donante compatible.
El primer paso es verificar si alguno de los hermanos del paciente sería un donante adecuado, algo que sólo ocurre en un 30% de los casos. Si no hay familiares compatibles, entonces es necesario buscar un donante no emparentado en los registros como el de DKMS, que conforman la base mundial de la Asociación de Donantes de Médula Ósea (WMDA).
Un donante compatible debe ser alguien cuyas características de HLA (antígenos leucocitarios humanos), coincidan idealmente en un 100% con las del paciente. En otras palabras, se busca que los sistemas inmunes entre donante y paciente sean lo más parecidos posible. Sin embargo, en esta selección también influyen otros criterios como la edad, el sexo biológico o el grupo sanguíneo.
Este primer criterio está relacionado con algo muy específico de cada persona: el cromosoma 6, donde se ubica el complejo HLA y, en este, los cinco genes que determinan la compatibilidad, heredados tanto del padre como de la madre.
En total, son 10 características las que se consideran al momento de la búsqueda de donantes compatibles. Lo que tratamos de hacer es encontrar a alguien que sea igual en los 10 genes, quien sería nuestro mejor donante. Si hubiera solo uno disponible para el paciente que fuera 100% compatible, todos los demás criterios nombrados a continuación serían secundarios.
El segundo criterio que prioriza la WMDA al entregar el listado de donantes compatibles es la edad. Existe evidencia sólida de que por cada 10 años más del donante, la supervivencia del paciente después del trasplante disminuye en un 5%.
Por ello, los centros de trasplante dan prioridad a donantes que tienen entre 18 y 25 años, basándose en la premisa de que la calidad de la médula, en términos de su capacidad para reconstituirse en el paciente, es superior en donantes más jóvenes.
En tercer lugar, se considera el sexo biológico de la persona entendido como la presencia u ausencia del cromosoma “Y”, un criterio que se presume está relacionado con la enfermedad injerto contra huésped (EICH), la que según el National Cancer Institute se genera cuando las células madre del donante atacan los tejidos sanos del paciente porque los considera extraños.
Si bien existen avances en su prevención, como la incorporación de nuevas drogas con mayor efectividad, en los centros de trasplante aún prima el sexo como criterio de selección.
Por mucho tiempo se observó que la incidencia de enfermedades injerto contra huésped cuando el donante es mujer, era superior a cuando el donante es hombre, independiente del sexo del paciente.
En cuarto lugar, se debe considerar el citomegalovirus: un virus ADN de la familia de los herpes (como la varicela, el zóster o el virus de Epstein-Barr de la mononucleosis) que se adquiere entre los 3 y 5 años, y que tras la infección se caracteriza por permanecer en el cuerpo, lo que obliga al sistema inmune a trabajar constantemente para prevenir futuras infecciones. Por lo mismo, para la edad de un donante, lo común es que entre el 50% y 90% de las personas ya hayan sido infectadas.
¿Qué es lo que ocurre en un trasplante? Esas defensas en el paciente quedan en cero tras el proceso de acondicionamiento, el virus vuelve a crecer y producir infección, la que habitualmente es una neumonía, y que producía un 40% de la mortalidad en el trasplante antes de que aprendiéramos cómo detectarlo y tratarlo.
Hoy, en cambio, casi ningún paciente se muere por infección por citomegalovirus porque ya sabemos cómo prevenirlo. Sin embargo, para los pacientes en que se activa, tiene una serie de consecuencias: se atrasa la recuperación de la médula, tienen más enfermedades injerto contra huésped, aumentando las hospitalizaciones y costos.
En resumen, en la elección de donantes se prefiere aquellos positivos para citomegalovirus para pacientes que también han tenido la infección, ya que transmiten defensas contra el virus al paciente. Por el contrario, un donante negativo no transmite ninguna defensa, lo que podría llevar a la reactivación del virus en un paciente sin defensas después del acondicionamiento.
Por último, a pesar de que la compatibilidad genética para el trasplante de médula no está unida al grupo de sangre, como en los hepáticos o de riñón, este sí es parte de los criterios a considerar a la hora de seleccionar al donante más adecuado.
Cuando se tiene un grupo sanguíneo, hay dos antígenos: A y B. Considerando los alelos del padre y la madre, se pueden tener combinaciones como AA, BB, A0, B0 o 00 (que es la configuración que tiene el 60% de la población). El A tiene anticuerpos contra el B y viceversa. Mientras que el 0 tiene anticuerpos contra ambos.
El problema, es que, si el paciente es 0 y el donante A, los anticuerpos del A van a atacar la sangre del donante. Ahí está la incompatibilidad de grupo. Entonces, ante esa situación, se prefiere que sean compatibles para no retrasar que el trasplante funcione.